Como es antiquísima tradición en nuestra Hermandad, el 14 de septiembre de 2024 celebramos la FESTIVIDAD DE LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ:
“Resplandece la Santa Cruz, por la que el mundo recobra la salvación. ¡Oh Cruz que vences! ¡Cruz que reinas!, ¡Cruz que nos limpias de todo pecado! Aleluya".
CULTO Y DEVOCIÓN A LA SANTA VERA+CRUZ
“¡Victoria! ¡Tú reinarás!
¡Oh Cruz, tú nos salvarás!”
“Te adoramos, Cristo, y Te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo”.
"Dichosa Cruz, de cuyos brazos cuelga el rescate de los siglos".
"Oh Santa Cruz -decía un poeta a principios del siglo IV-, la tierra no te poseerá jamás; pero llegará un día en que abrazarás con tu mirada la inmensidad del cielo".
"¿Pero dónde está el trofeo de la victoria? ¿Yo estoy en un trono y la Cruz del Señor enterrada en el polvo? ¿Yo estoy rodeada de oro y el triunfo de Cristo entre las ruinas? (...). veo que has hecho todo lo posible, diablo, para que fuese sepultada la espada que te ha reducido a la nada". (Santa Elena)
Y San Gregorio Nacianceno sentenciaba: "Huye, maligno, si no quieres que levante el bastón de la cruz, ante quien todo tiembla. Yo la llevo en mis miembros, la llevo cuando camino, la llevo cuando descanso, la llevo en mi corazón. ¡La cruz es mi gloria!"
"Levanta los ojos, Christiano, levántalos en alto, y mira el fruto de la vida pendiente en el árbol de la Cruz. Levantad la vista, hijos de Adán, hombres que no miráis mas que a la tierra, y veréis el fruto celestial y divino; levantad ambas manos en alto para coger por medio de las buenas obras, devotas súplicas y humildes oraciones, no la manzana agria de la muerte, sino la manzana de dulzura, recreación y vida". (Santa Catalina de Siena en sus Meditaciones sobre los sagrados misterios de la pasión de nuestro Señor y Redentor Jesu-Christo, una de cuyas meditaciones lleva por título el muy elocuente de: "Jesu Christo pendiente en el árbol de la Cruz")
La evolución y difusión del culto y devoción a la Santa Vera+Cruz, es el origen principalísimo de nuestras actuales Hermandades y Cofradías penitenciales.
Una de las más populares y devocionales festividades era la de la Invención de la Santa Cruz. Desde antiguo, hasta que fue suprimida por la última gran reforma litúrgica, el 3 de mayo, la Iglesia Universal celebraba la festividad de la Invención de la Santa Cruz por Santa Elena. El nombre de esta festividad de la Invención de la Santa Cruz procede del verbo latino “invenio” y del sustantivo “inventio” que significa hallar o encontrar “encuentro de algo que está escondido”, aludiendo al hallazgo de la Verdadera Cruz, tras haber recibido Constantino la visión celestial en la que vio una cruz con un emblema que decía: "In hoc signo vinces" (con este signo vencerás), su madre Elena realizó un viaje de peregrinación a Tierra Santa con el fin de descubrir la Verdadera Cruz del Salvador.
En el año 347, San Cirilo de Jerusalén, ya hace referencia expresa al madero de la Cruz; y, a partir de esa época, potenciada por el emperador y su madre, la Cruz se hace símbolo universal de la Iglesia, frente al Crismón o al Buen Pastor anteriores.
Los libros litúrgicos contenían tres fiestas dedicadas al culto de la Santa Cruz: la Invención de la Santa Cruz (3 de mayo); el Triunfo de la Santa Cruz (el 16 ó 17 de julio, según calendarios litúrgicos), en memoria del que se consiguió ese día del año 1212 en las Navas de Tolosa cuando combatieron los ejércitos de Mohamed y de Alfonso VIII, siendo tan grande la victoria del cristiano, comandado por los monarcas castellano, aragonés y navarro, que el poder de los almohades quedó completamente aniquilado; y la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre), que celebra la victoria sobre los persas obtenida por el emperador Heraclio y la consiguiente restitución de la Cruz, siendo devuelta triunfalmente a Jerusalén.
La festividad de la Exaltación, que es la única que ha quedado tras la reforma del calendario litúrgico, es de origen oriental y no pasó a Occidente hasta finales del siglo VII, a través del rito romano. La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz es, por tanto, de origen palestino y tiene resabios de ese origen local. El 14 de septiembre, se exponía y adoraba la Santa Cruz para que los fieles pudieran satisfacer su devoción. Un obispo subía a una tribuna ricamente adornada, y después de haber adorado el Santo Madero, lo levantaba (exaltaba) y lo mostraba al pueblo arrodillado. A esta ceremonia se la denominó “Exaltación de la Santa Cruz”. Esta fiesta era ya celebrada en Constantinopla en tiempos de San Juan Crisóstomo († 407), siendo el primer testimonio de una reliquia de la Cruz venerada en Jerusalén el que se conserva de San Cirilo de Jerusalén en su primera catequesis mistagógica pronunciada hacia el año 348. Como está plenamente documentado, en el siglo XI en España, y según los lugares, tenía esta festividad la misma consideración que las fiestas privilegiadas de algunos Apóstoles, la de San Miguel o la de la Circuncisión.
La festividad de la Invención de la Santa Cruz, en cambio, era conmemorada desde antiguo. En España aparece en todos los calendarios y fuentes litúrgicas mozárabes, poniéndola en relación con el relato del hallazgo por Santa Elena de la auténtica Cruz de Cristo. En la Lex Romana Visigothorum, promulgada por Recesvinto en el año 654, y renovada por Ervigio en el 681, se menciona esta festividad comparándola, por lo que se refiere a su solemnidad, con las mayores del año eclesiástico; y en el Leccionario de Silos, compuesto hacia el año 650, aparece con el nombre de dies Sanctae Crucis, siendo éste el más antiguo testimonio de su conmemoración en España.
Según algunos autores, la fiesta de la Invención de la Cruz, fue instituida por el sucesor de San Marcelo en la sede Papal, San Eusebio, contemporáneo de Santa Elena, y se le asignó, ya entonces, el 3 de Mayo, esto es, el mismo día en que tuvo lugar tan precioso descubrimiento. En el siglo XVIII, el Sumo Pontífice Benedicto XIV, erudito eclesiástico, muy versado en derecho civil y canónico, defendió una opinión diferente, atribuyendo a otro Papa, San Silvestre I, la institución de esta fiesta. El Oficio de esta Festividad fue compuesto en el siglo XIV por orden del Pontífice Gregorio XI, el último de los Papas de Aviñón.
Tanto la historia de la Invención de la Cruz por Santa Elena como la de su recuperación por Heraclio forman parte de lo que se llama la Legenda Sanctae Crucis (Leyenda de la Santa Cruz), que no significa que se trate de un relato mítico o fabuloso, aunque pueda contener elementos de este tipo, sino una historia para ser leída (legenda) y meditada. El dominico Jacopo de Vorágine (1228-1298) la inmortalizó en su famosa Legenda Aurea (Leyenda Dorada). Basándose en ella, Piero de la Francesca (1415-1492) pintó una serie de magníficos frescos en la capilla Bacci de la catedral de Arezzo bajo el título de Storie della Vera Croce (Historias de la Vera Cruz). Es una de las grandes obras maestras del Renacimiento.
Esta festividad litúrgica reverenciaba la Cruz Gloriosa. La Cruz, Fuente de la Vida, por la que “quien en un árbol venció (el demonio, el pecado) fue en un Árbol (la Santa Cruz) vencido”. Esta antiquísima festividad de la Invención nos lleva a reflexionar en la Santa Cruz como un signo de victoria: la de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la del Bien sobre el mal, la de la Luz sobre las tinieblas. Cristo, crucificado en ella, alzado entre el cielo y la tierra, reconcilia a Dios con los hombres, al Creador con sus criaturas, y juzga al mundo y su iniquidad. Su poder se manifiesta precisamente cuando parece despojado de él; por eso dice el himno de Venancio Fortunato “regnavit a ligno Deus” (ha reinado Dios desde el madero).
El signo de la Cruz es considerado, pues, un signo poderoso de protección contra el maligno y sus insidias. De ahí la cristiana costumbre de usarlo constantemente, en todos los actos cultuales púbicos y privados, para vencer las tentaciones, para que nuestras obras tengan un buen resultado y para que el Señor nos proteja en todos los momentos de nuestra vida.
En la Oratio admonitionis de la liturgia hispano-mozárabe, tan elocuentes y bellos, poéticos y teológicos a la par, que son nuestra Tradición genuina, disponiendo el sacerdote a los fieles a orar en la recitación de los Dípticos, se nos ofrecen estas consideraciones:
Queridos hermanos,
gloriémonos en la Cruz de nuestro Señor Jesucristo,
y, con el corazón lleno de alegría,
con toda reverencia y gozo espiritual,
celebremos la solemnidad de este día.
Nuestro Señor y Salvador, para nuestra salvación,
estuvo colgado en la Cruz y en ella venció al diablo;
en la altitud de esta misma Cruz
fueron suspendidos los delitos del primer hombre
y las manos que ofrecieron a la boca la comida prohibida
fueron atravesadas por la dureza de los clavos.
Por esta Cruz, el apetito de la concupiscencia desordenada,
que suscitó la aparente dulzura del árbol,
fue vencido con la amargura de la hiel,
y el deseo de la gula, al que engañó el atractivo del fruto,
fue refrenado por la aspereza del vinagre.
Por esta Cruz, el veneno que la serpiente brindó a los primeros hombres,
fue expurgado del pecho de los fieles
por la medicina que brotó del costado de Cristo.
Finalmente, por esta Cruz, la confesión del nombre de Cristo
restauró sin duda al hombre
expulsado del Paraíso por haber desobedecido al precepto.
R/. Amén.
Y, por citar solamente otra oración, la plegaria que se recita en medio de los dípticos suplicará, dirigiéndose a Cristo para confesar su divinidad (una y otra vez frente al arrianismo):
Señor Jesucristo, suspendido en el patíbulo de la Cruz,
en la condición de esclavo que asumiste,
te dirigiste al Padre con las palabras apropiadas,
y, a pesar de que te sentías abandonado,
lo aclamaste para no apartarte de él;
le pediste que otorgara su perdón
a sus inicuos y criminales perseguidores;
y le pediste que aceptase tu espíritu
en sus gloriosas manos que solamente tú conocías.
Por eso, nosotros, tus pequeños siervos,
que seguimos la senda indicada por tus palabras,
humildemente imploramos tu clemencia:
lo que entonces te atrevías a pedir al Padre,
desde el abajamiento de la asumida condición humana,
ahora, que junto con la misma, disfrutas de la plenitud del poder divino,
dígnate conceder lo que te pedimos:
que no abandones nunca a tu Iglesia católica,
a la que redimiste con tu sangre preciosa,
que a nosotros que hemos venido, aunque indignos,
para celebrar la solemnidad de tu santa Cruz,
nos concedas el perdón de todos nuestros pecados;
con humilde plegaria te rogamos también que, siempre en tu presencia,
nos recibas, custodies y bendigas.
Tú que te dignaste justificar la confesión
del malhechor crucificado contigo
aumenta la fe de los que rectamente creen en ti,
multiplícala y consérvala con tu acostumbrado amor.
R/ Amén.
Ya vemos entonces el valor preciosísimo de la Cruz gloriosa en la Santa Pascua.
Reina desde el madero el Señor. Aleluya.
Tras la consulta y estudio de ingente documentación, resulta pues cada vez más evidente que la advocación y devoción a la reliquia del Santo Lignum Crucis o de la Santa Vera+Cruz por parte de hermandades o cofradías no son fenómenos anteriores al siglo XII en la Península Ibérica, dejando bien claro de una vez por todas que una cosa es la leyenda o la tradición de la antigüedad de un culto y otra bien distinta los documentos históricos que refrendan su existencia real o no.
"Nosotros debemos gloriarnos en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, en quien está la salud y la vida y la resurrección nuestra, por quien hemos sido salvados" (Gál. 6,14).
En este versículo de la Carta a los Gálatas del Apóstol San Pablo está la esencia evangélica del culto y veneración a la Santa Vera+Cruz. El culto a la Cruz es consustancial al cristianismo. Es la señal del cristiano. En el culto al Lignum Crucis se encuentra el fundamento de las Cofradías Cruceras.
Los cristianos de Jerusalén veneraban en el mismo Calvario la Cruz del Redentor, besando la sagrada reliquia. Muy pronto les imitaron los cristianos occidentales, venerando las reliquias de la Vera+Cruz que habían logrado adquirir, hasta que la Iglesia, adoptando esta costumbre, introdujo su práctica de adoración de la Santísima Cruz en la liturgia del Viernes Santo:
“He aquí el leño de la Cruz, del cual estuvo colgada la salvación del mundo”.
Entre los cruzados y peregrinos que volvieron a sus países con una reliquia del Lignum Crucis hubo monarcas y altos dignatarios, algunos de los cuales obsequiaron con fragmentos de ella a diversos monasterios, y tanto las reliquias como sus receptáculos fueron puntos de cristalización de la devoción popular.
En España, tras la confesión del Rey Recaredo en el III Concilio de Toledo (año 589) comunicada al Papa Gregorio el Grande epistolarmente, éste, a raíz de dicha conversión, envió al rey visigodo una carta de respuesta con una Cruz conteniendo una reliquia de la Vera+Cruz.
En ese mismo año se reúne el II Concilio de Barcelona, en la Iglesia de la Santa Cruz, muestra inequívoca de la difusión del culto y devoción al Sagrado Leño. Es, por tanto, sabido que el culto a la Cruz en la España visigoda estaba muy extendido. Así, en el año 675 ya existía en Toledo una Iglesia de la Santa Cruz. Estos documentos han tenido comprobación directa en el tesoro visigodo de Guarrazar, en Toledo, descubierto entre los años 1858 y 1861. Entre las reliquias de dicho tesoro se encontró una cruz de oro, de forma griega y con influencias bizantinas, casi idéntica a la Cruz de los Ángeles ovetense.
El arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada o Ximénez de Rada, (n. Puente la Reina (Navarra), 1170 - † Lyon (Francia), 10 de junio de 1247) fue notable difusor de la devoción a la Vera+Cruz. Alfonso VIII de Castilla envió al Arzobispo don Rodrigo a Roma “para que pidiesse Cruzada al Papa, dandole cuenta de la necessidad y peligro en que estaban los Reynos Christianos de España, por el grande poder que los Moros tenian”. El Papa concedió la Cruzada, y el Arzobispo “vino por Italia y Francia predicando la Cruzada: y muchos Franceses cuyos coraçones fueron tocados y ablandados por la mano de Dios, vinieron con sus armas y cavallos a servir al Rey en esta jornada, por alcançar remission de sus pecados, trayendo en sus pechos la señal de la Cruz...”[1].
Antes de la batalla de las Navas de Tolosa contra los almohades que tuvo lugar el 17 de julio del año 1212 (de ahí la antigua fiesta litúrgica del “Triunfo de la Santa Cruz”) se prepararon las tropas confesando y comulgando y recibiendo la bendición del Arzobispo de Toledo D. Rodrigo Jiménez de Rada. El combate fue muy sangriento, pero el ejército cristiano salió victorioso gracias a la protección del cielo, pues, se les apareció la Santa Cruz en los aires en el momento cumbre de la contienda dando fuerzas al ejército castellano. “La cruz del Señor, que solía tremolar delante del arzobispo de Toledo, pasó milagrosamente entre las filas de los agarenos llevada por el canónigo de Toledo Domingo Pascasio, y allí, tal como quiso el Señor, permaneció hasta el final de la batalla sin que su portador, solo, sufriera daño alguno... Mientras tanto, fueron muertos muchos miles de agarenos ante la presión simultánea de los aragoneses, los castellanos y los navarros por sus frentes respectivos...”[2]
Para conmemorar esta victoria se levantó una Iglesia en Santa Elena con el nombre de esta Santa para custodiar la Cruz a la que se le atribuyó el milagro de la victoria.
En la Baja Edad Media se difundió y desarrolló en Europa el culto a la Santa Vera+Cruz, pero en España, esta devoción está documentada desde el 13 de abril de 1208, en que es consagrada una iglesia bajo la advocación de la Santa Vera+Cruz en las afueras de Segovia.
Fue durante mucho tiempo hasta 1692, parroquia de la encomienda de Miraflores, hoy término de Zamarramala; y aunque en un principio se la denominó iglesia del Sepulcro del Santísimo Cristo, toma su nombre actual de Vera+Cruz posteriormente, cuando se convierte en depositaria de una reliquia del Lignum Crucis, donada al parecer por el papa Honorio III, el cual confirma su autenticidad por bula otorgada en 1224. Sin embargo su apelativo más popular es el de «iglesia de los Templarios», basado en una tradición muy extendida en Segovia que atribuye su fundación a los Caballeros del Temple[3].
Sea el origen de esta iglesia templario o de la Orden del Santo Sepulcro, lo cierto es que cambió la titularidad de su advocación por la de la Vera+Cruz.
Esta devoción a la Vera+Cruz a través de fragmentos de madera convertidos en reliquias es un precedente lejano del siglo XII de lo que mucho tiempo después, a partir del siglo XIV, fue la institucionalización colectiva de dicho culto en forma de cofradías.
Es en el siglo XIV cuando esta devoción cobra mucho mayor auge, haciéndose presente su invocación en los mismos documentos oficiales. En las Cortes de Burgos de 1315 se termina jurando: "e juramos a Dios e a la Virgen Sancta María e a la Vera+Cruz e a los Sanctos Evangelios". Igualmente, en las Cortes de Carrión de 1317 la reina, doña María de Molina, jura a la Santa Vera+Cruz.
En 1326, el infante don Juan Manuel lucha y vence a los moros cerca de Antequera, previamente invocó:
"Señor, miembresete de mi e de los christianos que aqui son ayuntados por loor e reverencia de la Sancta Vera+Cruz en que Jhesu Christo tomo muerte e pasion en el Monte Calvario".
Por las citas comprobamos cómo la devoción a la Santa Vera+Cruz estaba profundamente arraigada en el sentir de la época, difundiéndose su devoción a las tierras que se iban conquistando.
NOTAS:
[1] Chronica de las tres Ordenes y Cavallerias de Sanctiago, Calatrava y Alcantara publicada en 1572 por “el Licenciado Frey Francisco de Rades y Andrada, Capellan de Su Magestad, de la Orden de Calatrava”. He utilizado una reproducción facsímil de Librerías “Paris-Valencia”, Valencia, 1994.
[2] Crónicas Contemporáneas de la Batalla de Las Navas de Tolosa. Testimonio de don Rodrigo Jiménez de Rada (Arzobispo de Toledo), en Historia de los Hechos de España. Ed. J. Fernández Valverde. Madrid. 1989, pág. 191.
[3] Inés Ruiz MONTEJO (Universidad Complutense de Madrid).
Muchos historiadores especulan sobre su origen templario basándose fundamentalmente en una tradición recogida en el siglo XVII por el historiador Diego de Colmenares:
«Los Templarios… fundaron muchos templos y conventos en España y en nuestra ciudad uno con el título de la Vera Cruz, por una preciosa reliquia que en él colocaron de la verdadera Cruz en que murió Jesucristo»
Sin embargo, Colmenares parte ya de un error afirmando que la iglesia desde el momento mismo de su fundación se encuentra bajo la advocación de la Santa Cruz. La inscripción del edículo ya aludida deja constancia de que el templo fue dedicado al Santo Sepulcro.
El breve del papa Honorio III, conservado en la iglesia parroquial de Zamarramala, podría haber sido el testimonio definitivo a favor de la fundación templaria de la Vera+Cruz:
“El infrascrito Secretario cerca de la Silla Apostólica, da testimonio a todos y cada uno de los fieles cristianos que estas letras vieren: que Onorio III, siervo de los siervos de Dios, tomó de un fracmento del brazo derecho de la Cruz del Salvador (el figurado), del que formó dos cruces (de esta misma dimensión) y reunidas la una sobre la otra en forma de Cruz patriarcal, las cerró en otra de oro, sumamente labrada por el estilo gótico y adornada con piedras preciosas, que regaló para perpetuar su culto a los Caballeros Templarios al acto de su profesión, como principal y glorioso trofeo de esta Militar Orden, a la Iglesia del Sepulcro del Santísimo Cristo que está al Septentrión de Segovia—Dado en Roma y sellado con el Sello del Pescador, a 13 de mayo de 1224”.
Sin embargo, investigaciones en los archivos vaticanos determinan su falsedad. Demetrio Mansilla, que ha trabajado en los documentos del papa Honorio III referentes a España, no localiza el breve en los registros del pontífice. Por otra parte, la misma fórmula final del documento, «sellado con el Sello del Pescador», pone en duda su veracidad, puesto que no se utiliza en la Cancillería Vaticana hasta el siglo xv.
Es posible que la bula auténtica se extraviara o destruyera, recurriendo entonces a la suplantación del documento; pero se llega a dudar de la autenticidad de la reliquia. El breve serviría así para reforzar la credibilidad de las gentes hacia un falso Lignum Crucis, conservado también en Zamarramala; y en este caso la cita de la Orden templaria, como sugiere el marqués de Lozoya, recogería sin más una tradición subsistente.
Los argumentos históricos hoy, liberados en gran medida de una tradición no justificada documentalmente y de la tendencia a relacionar el Temple con las plantas centralizadas, inducen a pensar que la fundación de la Vera Cruz fue obra de la Orden del Santo Sepulcro.
Desde luego hay datos indiscutibles que pudieran aportar luz definitiva a esta controversia, al menos de momento. Ni el padre Mariana ni Rodríguez de Campomanes mencionan tierras de Segovia cuando detallan las posesiones territoriales del Temple en la Península.
Por el contrario, el historiador eclesiástico La Fuente y monseñor Luis Piavi, gran maestre del Santo Sepulcro, coinciden en afirmar que el rey Alfonso VII concedió a esta Orden diversas posesiones en Segovia, y entre ellas la encomienda de Miraflores, donde se erige la Vera+Cruz. Ambos, además, se reafirman en su cita como manera de evitar los malentendidos que atribuyen la iglesia a los templarios. En trabajos más recientes sobre la Orden del Santo Sepulcro se proclama y acepta sin más la pertenencia de la Vera+Cruz al Santo Sepulcro.
ORACIÓN
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los hombres por medio de tu Hijo, muerto en la cruz, concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.
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