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El Padre Claudio



Antonio Rivera Ruiz (1895–1969), conocido como Fray Claudio de Trigueros, y para esta Hermandad “el Padre Claudio”, fue un fraile capuchino, que al margen de su tarea cristiana, enseguida destacó por su manera de trabajar y su inteligencia. El Padre Mariano Ibáñez, capuchino de Sevilla, lo define como “un monje de los de antes, con una humanidad enorme, de cuerpo grandullón, fuerte, con lucida y solemne presencia y de barba poblada, pero con un alma sencilla como la de un niño”.


Había llegado a la Orden Capuchina el 29 junio de 1916, cuando tenía ya 21 años cumplidos. Su ordenación sacerdotal, el 20 de diciembre de 1924, cuando contaba con 29 años de edad. Pronto, los superiores pudieron apreciar sus buenas cualidades y sus muchas virtudes. El Padre Claudio fue nombrado, en un principio, guardián del Convento de Capuchinos de Antequera, pero su excelente oratoria motivó que desempeñase cargos como definidor provincial de la Orden, superior del convento de Sevilla, director del Seminario Seráfico y maestro de novicios, así como predicador de los Reyes de España.


Con el tiempo vendría a ser el vibrante y apostólico pregonero del Evangelio, a la forma como entonces gustaba a la gente de su época. Su quehacer misionero, duro y, a veces apocalíptico, fue un todo coherente, lógica consecuencia de su vivir convencido de sus palabras, fruto, asimismo, de su austeridad y de su sinceridad, y luchador valiente, siempre dispuesto a enfrentarse, cara a cara y a voz en grito, con el pecado.


La labor de Fray Claudio de Trigueros en este pueblo se puede escuchar aún incluso en los hermanos de esta Hermandad que aún viven y que tuvieron la dicha de conocerlo… ¡y no se cansan de pregonar la gratitud al capuchino triguereño por la importante labor evangelizadora que realizó en la misma!


Fue en 1940 cuando el Padre Claudio acudió por vez primera a predicar los cultos del Quinario al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz. Transcribimos textualmente lo que el Libro de Memorias de nuestra Hermandad de dicho año, en sus págs. 51-52 dice de él:


“Se celebró el Quinario con más esplendor, si cabe, que en años anteriores, comenzando el 4 de marzo para terminar el 8 de igual mes. Los sermones a cargo del Muy Rvdo. P. Fray Claudio de Trigueros, OFM Cap. Raudales de elocuencia, fervor que magnetiza, unción apostólica, fuerza persuasiva insuperable, riqueza de palabra increíble; tal es en breves trazos la oratoria singular de este predicador hijo de San Francisco. A escuchar su verbo cálido y penetrante acudieron no solo de Albaida, sino de Olivares, de Valencina y de otros muchos pueblos comarcanos.

Como verdadero varón apostólico, siendo la sagrada cátedra ámbito estrecho a su sed de almas, por la mañana a las once tenía catequesis para los niños en la parroquia y por la tarde, en el mismo lugar, conferencias para las señoras de Acción Católica. El día 8, como digno colofón a estos actos, hubo solemnísima Función en la que predicó el mismo elocuentísimo orador”.


Sus predicaciones, que fueron constantes en los Quinarios al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz y Festividad de Nuestra Madre y Señora de la Piedad en 1944, de 1946 a 1951 ininterrumpidamente, 1953, eran renombradas en toda la comarca. Tanto era así que el año 1952, que Fray Claudio no acudió por motivos personales, cuentan nuestros hermanos más ancianos que la gente se mostraba apesadumbradas y decían "que este año los cultos ya no eran lo mismo”. ¡Faltaba el Padre Claudio!


En 1947, además del Rvdo. P. Fr. Claudio, que predicó la Función de la Exaltación, esta Hermandad tuvo el privilegio de contar con otros dos PP. Capuchinos: el Rvdo. Fr. Sebastián de Villanueva, que predicó el Quinario al Santísimo Cristo de la Vera+Cruz; y el Rvdo. P. Fr. Agustín (el Libro de Memorias no da más datos) que predicó el Sermón de Pasión en la madrugada del Viernes Santo.


(Carta del Padre Claudio a María Pepa Delgado en 1953)


En 1951, desde el púlpito, el Padre Claudio, lanzó la idea de la ampliación de la Capilla. Y no le faltaba razón, ya que cuando él predicaba los cultos las puertas de la misma habían de permanecer abiertas de par en par, pues no se cabía en su interior, dada la multitud de fieles que congregaba su presencia y elocuencia.


Y, obediente a sus deseos, y no escatimando en esfuerzos para ver felizmente terminado tan ambicioso proyecto, para el 3 de mayo de 1955 se había ampliado y realizado un nuevo presbiterio en nuestra Capilla y no pudo ser otro que el Rvdo. P. Fr. Claudio de Trigueros quien la bendijera, quedando en perpetua memoria este trascendental acontecimiento. Así lo relata el Libro de Memorias en sus páginas 65 y 66:


“El 3 de mayo quedará memorable en los anales de la Hermandad. Las calles aparecieron engalanadas y de la fachada principal de la Capilla colgaban grandes reposteros. La afluencia de forasteros fue extraordinaria, hasta el extremo que hubo que instalar altavoces en la calle para que el inmenso gentío que estaba en la calle pudiese escuchar y seguir los actos religiosos.

A las 10 de la mañana tuvo lugar la bendición por nuestro dignísimo párroco D. José Manuel García-Junco, asistido del párroco de Olivares y del Rvdo. Padre Claudio de Trigueros.

Terminada la bendición, el público irrumpió en la Capilla vitoreando y aclamando, exaltado de un gran entusiasmo.

A las 11 fue la solemne Función religiosa, en la que el Padre Claudio, con su proverbial elocuencia, cantó el espíritu y abnegación de esta Hermandad. Terminada la Función se entonó un solemne Te Deum de acción de gracias.

Por la tarde, y por las engalanadas calles del pueblo, procesionó la Santísima Virgen de la Piedad entre el fervor y entusiasmo de sus hermanos, disparándose miles de cohetes y acompañada de la Banda Municipal de Sevilla que interpretó selectas composiciones. La recogida de la Virgen fue algo inenarrable, desbordándose el entusiasmo y fervor público hasta decirse que la Virgen entró sobre los hombros de todos sus hermanos.”


Aún hoy en día persiste en nuestra Hermandad ese recuerdo cantándose por “sevillanas” en la Romería que anualmente se celebra en la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz: “Tenemos los cruceros un Santuario, que vino a inaugurarlo el Padre Claudio. ¡Ay, qué alegría Que vino a inaugurarlo Quien se quería!


Curiosa y desgraciadamente, aunque gracias a Dios no hubo que lamentar desgracias personales, a las 8 de la mañana del 24 de febrero de 1969, el mismo año que murió el Rvdo. Padre Claudio, cuando daba comienzo la Santa Misa se derrumbó la techumbre de la nave de la Capilla, quedando intacto el presbiterio que se hizo gracias a la exhortación que realizase el Padre Claudio en 1951. ¡Serán casualidades, pero…!


En la actualidad, para mayor honor y gloria de Dios Nuestro Señor y de Su Santísima Madre, el estado que muestra nuestra Capilla es inmejorable, siendo el presbiterio el mismo que alentó su construcción nuestro querido Rvdo. P. Fr. Claudio de Trigueros.


Sería en 1967, a los 72 años de su edad, cuando nuestro muy querido Padre Claudio celebró por última vez la Festividad en honor de la Exaltación de la Santa Cruz y Nuestra Madre y Señora de la Piedad en esta su querida Hermandad.


Por doquier de los muchos caminos y carreteras de nuestra Andalucía fue sembrando el mensaje de Nuestro Señor y Redentor, con su limpia, sonora y fuerte voz. La admiración, cariño y respeto en Albaida y otros lugares de Sevilla por este ilustre fraile capuchino serio, pero con alma de niño, se asemeja en muchas ocasiones a la devoción por un verdadero santo. Mas este sentimiento de gratitud y cariño hacia el capuchino triguereño es también patente en muchos pueblos de Sevilla e incluso en la misma capital. Existen multitud de actos y detalles que recuerdan la profunda labor del Padre Claudio en diferentes Hermandades y parroquias hispalenses.


Su muerte, acaecida inesperadamente en Sevilla el 13 de noviembre de 1969, cuando contaba 74 años de edad, fue largamente sentida y llorada en esta Hermandad, así como en toda Sevilla.



Tal era y es el cariño que esta Hermandad sentía y siente por su Padre Claudio que, entre 1986 y 1987, “pleiteó larga y fraternalmente”, como así lo reconoce la propia Hermandad pastoreña de Cantillana, por dar sepultura en nuestra Capilla a los restos que iban a ser exhumados del Cementerio sevillano de San Fernando, gracia que finalmente obtuvo la querida Hermandad de la Divina Pastora de Cantillana, de quien el Padre Claudio fue ferviente propulsor y devoto como buen capuchino, donde reposan y aguarda la vida eterna a los pies de la Pastora desde el 7 de febrero de 1987.


Sirva esta nota para perpetua memoria de nuestro muy querido Padre Claudio y expresión de reconocimiento y gratitud de esta Hermandad hacia tan preclaro hijo de nuestro Seráfico Padre San Francisco.





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